“Son magníficas, Manuel”, decía cuando veía mis fotos, con una sonrisa de admiración y con el ceño fruncido para denotar seriedad en su comentario. Era una gran persona, divertida, espontánea, una de las personas con la que mejor me lo he pasado en mi vida. Muchos veranos de adolescencia pasados junto a él, interminables partidas de pocha, extravagancias como saltar la tapia de un chalet cuyos dueños estaban ausentes para bañarse con su hijo pequeño en la piscina o incitarnos a ligarnos a una belga para hacer esquí acuático. Y muy buen humor. Nos deja un hueco que no podremos rellenar con nada, porque era irrepetible e insustituible.
Le dedico esta foto, ante la que habría dicho: “Es magnífica, Manuel”.